El roscón de Reyes, el verdadero protagonista de la sobremesa del 6 de enero, es un bollo típico del día de Reyes que se conforma de una masa dulce de forma toroidal con fruta escarchada o confitada. Su origen nada tiene que ver con la religión.
Según manda la tradición, en el interior de este dulce es típico encontrar una sorpresa (normalmente, una figurita) que hará que se nos corone como en “el rey” y, por otro lado, un haba que nos convierte en el “tonto del haba” (dicen que de ahí viene la expresión “tontolaba”) que es quien acabará invitando al roscón. Actualmente, algunas panaderías y pastelerías españolas han empezado a esconder billetes o premios de hasta 7000€ (a modo de lotería) para incentivar la venta de este dulce que pone el broche de oro a la Navidad.
¿CÓMO SE ORIGINA LA TRADICIÓN DEL ROSCÓN DE REYES?
Cualquiera pensaría que, tratándose de un roscón dedicado a los Reyes Magos de Oriente, estamos ante una tradición de origen religioso. La verdad es que su origen es más bien pagano y se remonta a la Roma del siglo II a.C., o eso se cree. Es ahí donde encontramos los inicios de esta tradición.
Con motivo de la celebración de las saturnales romanas, una fiesta dedicada al dios de la agricultura y la cosecha Saturno, se solía elaborar una torta redonda en la que se depositaban miel, frutos secos, higos y dátiles. Era el modo de celebrar la inminente llegada de días más luminosos y nadie estaba exento de unirse al festejo. Incluso los esclavos tenían derecho a dejar de lado sus obligaciones para pasarlo bien en nombre de Saturno.
Tal fue el éxito que con la llegada de la religión cristiana, en el siglo III a.C, fue imposible eliminar esta costumbre y tuvo que ser incluida en las celebraciones de esta religión.
LAS FIGURITAS Y EL HABA DEL INTERIOR
Fue durante la introducción de la costumbre en la religión cristiana cuando se añadió un haba seca en el interior de este dulce como símbolo de fertilidad y prosperidad. Al afortunado o afortunada que encontraba esta legumbre se le pronosticaba un gran año por delante.
Más adelante, en el siglo XVIII, un cocinero de la corte del rey Luis XV de Francia decidió poner una sorpresa especial para su rey en este rosco (se especula que alguna clase de gema o joya). Desde entonces podemos encontrar una sorpresa conviviendo con el haba en el roscón.
Ya en España, Felipe V trajo esta tradición pero hizo meter una moneda en la masa junto a la haba. De ahí su consecuente evolución hacia las actuales figuritas. Su popularidad hizo que este dulce cruzara el Atlántico y así es como se extendió por Latinoamérica, en la que también podemos encontrar diferentes variaciones de la misma tradición.